Este viaje los realizamos en febrero de 2008, se nos presentó una oportunidad de un viaje organizado a buen precio al que no pudimos negarnos. Dunas, desiertos, misterios y unos paisajes sacados de Stars Wars. ¡Desde luego es al contrario!. Los paisajes ya estaban ahí cuando Georges Lucas los descubrió al gran público en su saga de películas de la Guerra de las Galaxias. Pero Túnez es más que un plató, su cultura, gastronomía y sobre todo una población amable, acogedora y muy agradecida hace que quieras regresar a este fascinante país.

Túnez se encuentra en el norte de África, entre el mar Mediterráneo y las estribaciones orientales de la cordillera montañosa del Atlas y el Desierto del Sahara, entre Argelia al oeste y Libia al sureste. Habitado antiguamente por el pueblo amazig o bereber. Túnez ha sufrido la inmigración y conquista de fenicios, romanos, musulmanes, turcos y un protectorado francés hasta su independencia en 1956. Con vaivenes políticos hasta el 2011, en el que la revolución de la primavera árabe le devolvió el gobierno al pueblo. En el 2015 sufriría los atentados terroristas del estado islámico y en la actualidad (2022) intenta continuar siendo la única democracia del mundo árabe.




Aterrizamos en el aeropuerto internacional Monastir Habib Bourquiba y nos dirigimos hacia la población costera de Susa (Sousse), en Port El kantaoui, una zona de complejos hoteleros con un puerto deportivo bañado por el mar mediterráneo en el golfo de Hammamet. Los siguientes 8 días fueron de itinerancia en autobús por el país, salpicado por algunas excursiones extras que iremos desgranando a continuación.
Kairuán, la ciudad Santa








A primera hora de la mañana pusimos rumbo a la ciudad árabe más antigua de Túnez, Kairuán que alcanzamos después de casi una hora. Fundada en el año 670 pronto se convirtió en una de las ciudades santas del Islam, dicen que la cuarta después de la Meca, Fez y Jerusalén. Visitamos la Gran Mezquita de Kairuán del año 671 con más de 400 columnas que sustentan los techos de su sala de oración y su patio interior rodeado de innumerables arcos con varios relojes de sol. La Mezquita (Mausoleo) del Barbero, donde se guardan varios pelos del profeta Mahoma. Dimos una vuelta por la Medina visitando un pequeño taller de alfombras, las de nudos son las más exquisitas, frente a las de pelo. Finalizamos la visita en las Cisternas Aghlabides, construidas en la segunda mitad del s. IX, son un sistema de almacenamiento de agua.
Los Oasis de montaña de Tamerza y Chebika





Dejamos atrás la ciudad santa y nos dirigimos hacia la frontera con Argelia, pasando por la población de Gafsa. Cruzamos el Chott el Gharsa, uno de los grandes lagos salados que se encuentran por debajo del nivel del mar, con una superficie terrosa y lisa, cubierta por cristales de sal, y cada tanto, unos charcos de agua salobre. Es normal encontrarse a camellos vagando por el desierto o pastando por esta zona. Después de casi 4 horas y un cambio de vehículos, tomamos unos jeep 4×4 y llegamos al oasis de montaña de Tamerza.










El oasis de Tamerza se encuentra en las montañas del Djebel en Negueb, encajado en una garganta donde hay una gran cascada y varias tiendas que venden las famosas rosas del desierto, una roca sedimentaria de diversas capas de yeso, agua y arena que forman cristales. La cascada mide unos 4 m, alimentada por el arroyo Horchane, que discurre por el cañón entre los acantilados. Las vistas desde lo alto sobre el valle son extraordinarias. Tamerza tiene su origen en el Fossatum Africae («zanja africana») una estructura defensiva lineal, de los antiguos asentamientos romanos para la defensa del provincias romanas de África, que se extendía a lo largo de 750 kilómetros. El pueblo se llamaba Ad Turres.






Continuamos hacia nuestro siguiente oasis de montaña, cerca de la localidad de As-Sabikah. Está presidido por un gran palmeral, lo que te indica que has llegado al oasis de Chebika. Desde el parking ascendimos hasta el antiguo asentamiento romano denominado Ad Speculum, (en referencia a la técnica de comunicación a través de espejos, que indicaba la presencia de caravanas de camino a Tozeur) y posteriormente ocupado por el pueblo amazig (bereber). Hoy permanece abandonado porque fue barrido por las inundaciones de 1969, donde murieron 400 personas. Continuamos por un camino que asciende la montaña en dirección a un muflón de escayola y piedra que hay en lo alto. Atravesamos un estrecho pasaje entre dos paredes totalmente verticales que forma un cañón, para descender por un camino polvoriento y tortuoso donde al final se vislumbran pozas de agua y el palmeral.





La poza, en forma de piscina natural, está alimentada del agua de una fuente que brota de una pequeña cavidad en la roca y continua por la garganta que ha ido horadando con el paso del tiempo hasta otra poza, aún mas bonita, que desemboca en una cascada, tras sortear una puente construido para evitar las crecidas. Continuamos entre el palmeral y frutales por unas pasarelas hasta llegar nuevamente al parking. . Aquí se filmaron varias escenas de la la película El paciente inglés.








Nos dirigimos hacia nuestro lugar de descanso la ciudad de Tozaur a 56 km. Pero antes nos quedaba una pequeña sorpresa. Los 4×4 se apartaron de la carretera y se adentraron en una zona de dunas y dimos varias vueltas en plan el rally Paris-Dakar. La tarde iba decayendo con esa luz tan especial del desierto tamizada por infinitos granos de arena. Siempre digo que no hay nada como un atardecer pero sigue sorprendiéndome la belleza de esos últimos rayos solares, sea cual sea la parte del mundo en donde te encuentres, y son más especiales, si están tus seres más queridos.
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