Este viaje de 2006 fue nuestro primer contacto con Asia. La China milenaria, nos producía un hechizo, una atracción magnética. Un imperio que fue invadido pero no conquistado, orgulloso de su pasado e ingenioso. Atraídos por las historias de las grandes aventuras vividas por Marco Polo, las novelas del personaje de Fu Manchú o películas como el Último Emperador, decidimos embarcarnos rumbo a este gigante dormido, cuna de monumentos tan extraordinarios con la Gran Muralla, el Ejercito de Terracota o la Ciudad Prohibida.  Desentrañar la heterodoxia de su religión, taoísmo, confucionismo, budismo  la religión tradicional china o shenismo nos motivaba tanto como disfrutar de la verdadera gastronomía china nada que ver con los restaurantes occidentales.

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Nos embarcamos en el avión de Air Europa, en TFN que nos llevaría a Madrid (3 h), con mucha ilusión para enlazar con el vuelo de la misma compañía con destino a Beijjing (Pekin) (11 h). Nos recibió una tormenta con aparato eléctrico de las que recuerdas toda la vida. El comandante avisó que nos iban a desviar a otra ciudad pero aprovechó una ventana (argot aeronáutico supongo) y aterrizó. No sin que tres de nosotros (Rosi no) y la mayoría del pasaje nos dejáramos el desayuno y parte de la cena en las «bolsitas» correspondientes. El caos en el aeropuerto era brutal. La autopista de conexión con la capital estaba inundada y no podían acceder a recogernos, ni nadie podía abandonar el reciento aeroportuario. Así estuvimos unas 3 horas. Al final llegó nuestro enlace de Politours. Habíamos comprado un paquete vacacional «China Milenaria 19 días» en Halcón Viajes. El itinerario fue el siguiente; Beijing (4), Xian(2), Louyang (2), Naijing (2), Suzhou(2), Wuzhen, Hangzhou (2) y Shanghai (4).

Beijing, la capital de un Imperio

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Es una ciudad populosa, densa, muy bulliciosa donde la arquitectura moderna está engullendo los monumentos ancestrales poco a poco. Su corazón es la plaza de  Tiananmen, (880 x 500 m) la más grande del mundo. Al sur se encuentra la Torre Qianmen, que alberga el museo de la Historia. A ambos lados, la plaza está flanqueada por los edificios del Museo Nacional de China y el Gran Palacio del Pueblo (sede del Gobierno). En el centro se alza el Monumento a los Héroes del Pueblo, un obelisco de granito de 38 m de altura que presenta algunas inscripciones de los más destacados líderes comunistas chinos. También encontramos las largas colas para visitar el Mausoleo de Mao Zedong, donde descansa el cuerpo embalsamado del fundador de la República Popular China.

 

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Al norte de la plaza se abre la puerta de la Paz Celestial, que da acceso a  la Ciudad Prohibida, una ciudad dentro de la ciudad, durante siglos estuvo reservada al emperador y a sus fieles.La mirada seria del gigantesco retrato de Mao Zedong te recibe y da paso a una marea humana que atraviesa la puerta de madera de dos hojas de color púrpura decoradas con filas de nueve por nueve clavos dorados (el color del emperador).

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En este descomunal palacio vivieron 14 emperadores de la dinastía Ming (1368-1644) y 10 de la Qing (1644-1911) hasta que el último de ellos, el joven Pu Yi, fue destronado. Su historia ha sido inmortalizada en la película El último emperador de Bernardo Bertolucci. El recinto rectangular ocupa 72 hectáreas y es el conjunto de construcciones palaciegas más grande, más antiguo y mejor conservado del mundo. Formado por delicados pabellones como el de la Suprema Armonía, construido en el s. XV y usado en las principales ceremonias o el de la Pureza Celestial, que fue residencia de los emperadores. Está rodeada por una muralla de 7,9 m de altura y un foso lleno de agua de 6 m de profundidad por 52 m de ancho. Dispone de 4 puertas principales y en cada esquina se levanta una torre defensiva con techos profusamente decorados y tejas vidriadas de color amarillo.

 

A continuación se accede a una gran plaza atravesada por el río del Agua Dorada, que cuenta con cinco puentes. Al fondo de la plaza se abre la puerta de la Armonía Suprema, y sobre unas terrazas de mármol blanco de tres niveles que se elevan desde la plaza, se alzan varios edificios siendo el mayor y más significativo el de la Armonía Suprema (太和殿). ​La visita guiada no te permitía dedicarte a perderte por los entresijos, ni a deleitarte en los detalles, pero sí disfrutar de algo que estuvo prohibido bajo pena de muerte. Decía la guía que contiene 1,8 millones de piezas artísticas, muchas de las cuales se exponen en los pabellones que conforman su eje central y en las dependencias laterales donde vivían las concubinas y la corte de eunucos.

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Ahora nos introducimos en la parte más prohibida, el área del Patio Interior, el hogar del emperador y su familia. En el centro del patio interior hay un conjunto de tres pabellones el Palacio de la Pureza Celestial (乾清宮) donde residía el emperador, el Salón de la Unión y el Palacio de la Tranquilidad Terrenal, residencia de la emperatriz.

Seguimos caminando siempre en dirección norte entre kioskos, intrincados corredores de altos muros que se abren a pequeños patios que guardan celosamente templos y jardines delicados. Abrumados por lo que nos rodeaba y sobrepasados por la información de nuestra guía y el sol de justicia que nos derretía, llegamos finalmente a la puerta norte, Yongdingmen o de la Divina Armonía, frente se alza la cima del parque de Jingshan o colina del carbón que ofrece una espectacular vista panorámica de los tejados de la Ciudad Prohibida, del parque Behai y del lago Shichahai.

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Cerca del lago Shichahai y sus alrededor aún resisten los característicos hutongs o estrechos callejones con casas bajas de ladrillo gris que están sucumbiendo ante la proliferación de rascacielos y galerías comerciales con la justificación de los Juegos Olímpicos de 2008. Construidos durante las dinastías Yuan, Ming y Qing. Están repletos de viviendas ubicadas en torno a un patio cuadrado en las que los habitantes llevan una vida tradicional anclada en el pasado.

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Dimos un paseo en rickshaw aunque hice esperar a todos los del grupo por un apretón. Gracias a que la mayoría de las viviendas no disponen de cuarto de baño existen muchos  baños comunitarios, jajaja. Una de las cosas que más nos sorprendieron es ver a los locales pasear en pijama o en calzoncillos.

Nos acercamos a las Torres del Tambor y de la Campana muy cerca del barrio. En la antigüedad marcaban el ritmo de la ciudad, indicando las horas del día, a la par de ser bellísimos instrumentos musicales. La torre del Tambor es un edifico de dos plantas de 47 m de altura que contiene 25 tambores. En la actualidad es posible contemplar un espectáculo de 15′ y 4 veces al día. La torre de la Campana se encuentra enfrente a 100 m de proporciones similares. El tañir de su campana de bronce de 7 m de altura  se oía a más de 20 km de distancia.

Por la noche fuimos a ver el espectáculo de la Opera China o Pi Huang, de origen reciente, hacia 1840 durante la dinastía Qing, no confundir con el Teatro Chino que es mucho más antiguo (s. XIV). Consiste en una mezcla de estas cuatro ramas del arte; el canto, el diálogo, el mimo y la acrobacia. A veces predomina la música y las canciones, y en otras el mimo. Se cuida mucho el vestuario, maquillajes y abalorios de todo tipo. A nosotros nos pareció estridente, sobre actuado, alocado, sin sentido pero tal vez fue la falta de costumbre.

Al día siguiente visitamos el templo del Cielo o Tian Tan, uno de los más sagrados de toda China. Ubicado en un parque bastante extenso donde vimos a numerosos ciudadanos practicar todo tipo de actividades; escritura con pinceles de agua, tai chi, jugar a las cartas, volar cometas, bailar el diábolo, partidas de ajedrez chino o xiangqi, concurridas clases de baile.

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El complejo fue construido en 1420 durante el reinado de la dinastía Ming, era el lugar en el que el emperador realizaba sacrificios para dar las gracias al Cielo por los frutos obtenidos y rogaba por las futuras cosechas. El recinto combina las formas cuadradas, símbolo del mundo terrenal, con las circulares, que representan el cielo. Además muchos elementos se repiten nueve veces, un número asociado a lo celestial. El templo principal es el Qinian Dian o de las Rogativas por las Buenas Cosechas, circular y de color azul  que simboliza el Cielo. 

El Altar circular, construido con losas de mármol distribuidas en nueve círculos concéntricos, era el lugar donde el emperador realizaba los sacrificios.

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El edificio de la Bóveda Imperial del Cielo, se usaba para guardar los elementos ceremoniales está rodeado por el Muro del Eco, un panel que produce sorprendentes efectos sonoros y la Sala de la Abstinencia era el edificio en el que el emperador pasaba la noche anterior a los rituales.

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Aunque el Templo de los Lamas o Yonghe, Yonghegong está cerca las torres del tambor y de la campana no pudimos ir el primer día. Es el templo budista tibetano más importante que existe fuera del Tíbet construido a partir de 1694 durante la dinastía Qing para el príncipe Yongzhen, en 1744 se convirtió en monasterio para los monjes lamas. Actualmente es el hogar de un grupo de monjes mongoles dedicados al estudio de la astronomía y la medicina.

La estructura es rectangular y se van sucediendo patios y puertas con diferentes tipos de pabellones. sin embargo lo que más llama la atención es el intenso olor a incienso, nubes de humo se desprenden de grandes quemadores de hierro forjado donde cientos de fieles colocan varillas de diferentes fragancias.

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El Salón de la Armonía y la Paz o Yonghegong, es el palacio principal y en el interior se muestran tres Budas de bronce: Sakyamuni en el medio, Kasyapa-matanga a la derecha y Maitreya a la izquierda. El siguiente pabellón es el de la Protección eterna o Yongyou Dian era  la sala de estar del Emperador Yongzheng. Continuamos más al norte para descubrir el Salón de la Rueda de la Ley o Falun Dian, que acoge una estatua de bronce de 6 m de Tsongkapa, fundador de la Secta del Bonete Amarillo o  Gelug y es el lugar donde los monjes leen las escrituras y se celebran las ceremonias budistas. El último edificio es el pabellón de las Diez Mil Felicidades o Wanfu Ge, aloja la más valiosa de las posesiones del templo, una impresionante estatua, en madera de sándalo de 18 m, de Maitreya.

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A continuación fuimos al Palacio de Verano o Yíhéyuán, (Jardín de la armonía educada), que está a 12 km del centro. Fue el lugar elegido por los emperadores de la dinastía Qing para servir de residencia veraniega. Con una extensión de más de 290 ha, está dominado por el Lago Kunming, La mayoría de los edificios que forman parte del palacio están situados entre el lago y la Colina de la Longevidad. Aunque fue incendiado durante la guerra entre Francia e Inglaterra contra China en 1860, la emperatriz viuda Cixí , lo restauró y amplió con motivo de su sesenta cumpleaños en 1888.

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Accedimos por la puerta del este que da acceso al edificio del Salón de la Benevolencia y la Longevidad. Te recibe un patio con una maravillosa escultura de bronce de un animal con cabeza de dragón, cola de león, cuernos de ciervo y pezuñas. Es un Kylin que protege del fuego y proviene del antiguo Palacio de Verano. Delante del pabellón nos encontramos con otras figuras de animales de bronce y en su interior hay un gran trono de madera donde el emperador trataba los asuntos de estado y recibía a los enviados.

De repente sin previo aviso el cielo se cerró y comenzó el diluvio universal, aunque hacia calor no dejaba de llover, pasaba el tiempo y al final la guía decidió suspender la visita. Vimos a lo lejos la Gran Galería, un corredor cubierto que recorre 728 metros formado por vigas de madera decoradas con más de 14.000 pinturas que muestran escenas de la historia y la mitología china. El Puente de los 17 Arcos se extiende a través de sus 150 metros hasta la isla sur del lago. Y sobre la Colina de la Longevidad, los templos de las Cuatro Estaciones y la La Torre del Incienso Budista. No alcanzamos a ver el famoso Barco de Mármol, donde la emperatriz Cixi celebraba sus fiestas y por la que fue ampliamente criticada, «un barco que no va a ninguna parte«.

Por la noche decidimos acercarnos a la calle Wángfǔjǐng, en el distrito de Dongcheng. La mayor parte de la zona es peatonal. Hay multitud de tiendas con centros comerciales, tiendas de souvenirs, restaurantes y cualquier tipo de ocio que quieras. Nosotros queríamos probar la comida callejera. Al caer la noche, la estrecha calle en la que se ubica el mercado de Wangfujing se convierte en un hervidero de gente. La gente se agolpa en los puestos que echan humo sin cesar mientras se asan cientos de sabrosas brochetas; las hay de estrellas y caballitos de mar, serpientes, arañas, escorpiones o cucarachas , etc. Es un lugar para valientes sin duda.

Nuestra última visita en Pekin fue la excursión a la Gran Muralla China nos llevaron a la sección de Badaling en el distrito de Yangqing, a unos 80 km al norte. La muralla construida entre los siglos del V a. C. al XVI, discurre por unos 21.000 km entre ramificaciones y construcciones secundarias. Tiene unas 14 secciones, algunas en muy mal estado y sí, no se ve desde la luna. Y también fue superada por los mongoles en el s. XIII y por los manchúes, en el s. XVII. En una inscripción en piedra reza una cita de un poema de Mao Zedong: “Quien no haya estado en la Gran Muralla China, no es un verdadero hombre”. ¡Así que ya saben!, advertidos quedan, jajajaja.

Este sector se construyó durante la dinastía Ming en el siglo XVI y comprende unos 12 km, donde se levantan 30 torres de defensa. El muro tiene un promedio de 7,8 metros de altura y 5,7 metros de ancho. En algunas zonas el desnivel es alto y aunque hay pasamanos la dificultad para personas mayores es alta.

Las panorámicas son excelentes. La muralla serpentea entre las montañas y los verdes valles y mirándola quedas embelesado pensando cómo llegaron a subir los materiales para su construcción, avituallas, etc.. en un terreno tan escarpado y agreste. ¡Cuánto dolor, muerte y sacrificio!

No quiero cerrar esta entrada sin comentar la cocina de Pekín,  llamada Mandarina o Jing, realmente se compone de cientos de platos, que se venden sobre todo en los numerosos puestos callejeros pero también en restaurantes. Generalmente en las mesas hay una gran tabla redonda donde se colocan los platos que van girando y los comensales se van sirviendo. Entre los entrantes se encuentran los rollitos de primavera vegetarianos, chūnbǐng juǎncài, rellenos de setas o verduras. Los wantón, rellenos con carne, camarones o verduras, pero no se cuecen al vapor, sino que se fríen. Aunque el rey de los platos es el pato pekinés o laqueado, Běijīng kǎoyā, cuya receta se remonta a la dinastía Yuan (1206 – 1368). Otro símbolo es el cerdo Mu Shu, mùxūròu, un cerdo cortado en tiras, guisado con verduras, es el rey de la comida callejera. 

No te pierdas la próxima entrada desde Xi’an y los Guerreros de Terracota…