Soñábamos con mercados cubiertos, con caravasares polvoriento. Quedamos maravillados con la muralla fortificada de puertas monumentales que esconde la ciudad milenaria de Damasco, que ha mantenido su carácter islámico, desde la época de los Omeya, conservando a la vez las huellas romanas y bizantinas. Lo que comenzó como un levantamiento pacífico contra el presidente Bashar al Asad en el año 2011 (2 años después de nuestra visita) se convirtió en una brutal y sangrienta guerra civil. Aunque Damasco no ha sufrido los efectos de la guerra en la misma proporción que otras ciudades sirias como Alepo u Homs. Además, el pueblo sirio ha sufrido en los últimos años la expansión del ISIS, que ha provocado la destrucción de la ciudad de Palmira, y con ella su patrimonio y lugares arqueológicos más notables.
Este viaje comienza a las 7:30 del 8 de Agosto de 2009 con el mágico sonido del despertador. ¡¡¡¡Zafarrancho!!! Todos en pie. Poco después nos encontramos en el aeropuerto Tenerife Norte para volar a la capital del reino. Ya en Madrid recogimos el equipaje y nos dirigimos a la terminal T1, en busca del mostrador de POLITOURS, para recoger los pasajes y el voucher del viaje. En estos viajes uno vive en el aeropuerto, siempre me acuerdo de la película de Tom Hanks «La Terminal». Después de una larga espera nuestro vuelo salió sobre las 20:30 horas.
Atravesamos volando todo el Mar Mediterráneo y entramos por Siria, para luego aterrizar en Jordania. Llegamos a Amán, la capital, sobre las 02:00 hora local. No llegamos a nuestro hotel hasta las 4:00 horas de la mañana. Cuando nos acostamos se empezaba a oír el canto del muecín. La salida estaba prevista para las 7:30 de la mañana. Nuestro destino Damasco. El paso por la frontera fue desesperante, más de dos horas para pasar menos de 2 kilómetros con 4 puestos de control. Nos recogió Abdul (Abderrahman), un guía que solo nos duró un par de días, un verdadero golfo, dejó a deber dinero a algunos pasajeros, tenía líos de faldas y no dejaba de recibir llamadas.
Llegamos al mediodía al hotel Ebra Cham Palace en las afueras de Damasco, la ciudad más antigua del mundo con 12 mil años de historia. Ya se la menciona en los archivos egipcios del siglo XV a.C. cuando fue conquistada por el faraón Tutmosis III. En el Antiguo Testamento, se dice que Damasco fue la capital del reino arameo, 11 siglos antes del nacimiento de Jesús. Nos recomendaron almorzar en el restaurante Narcissus Palace, una preciosa casa antigua del siglo XVIII en la ciudad vieja, con un patio central amplio y luminoso, donde los damasqueños mayoritariamente comían y fumaban sus pipas de agua o hookah.
Luego nos dirigimos a la zona del zoco, Al-Hamidiyah Souq. Se trata de un mercado cubierto con comercios de dos plantas a ambos lados de la calle y techado con una bóveda de hierro forjado. Perforada con orificios, crean la ilusión de un cielo estrellado. Estaba abarrotado de gente; mujeres de riguroso velo que regateaban en las tiendas de telas, hombres en torno a bandejas de té, vendedores conversando entre ellos y antiguos aguadores que en la actualidad ofrecen zumos de tamarindo, limonada o agua de regaliz. Nos tomamos un helado de pistacho en la famosa heladería Bakdash, fundada en 1895. La tarde languidecía entre las cacofonías de los muecines llamando a la oración, muchos se dirigían a la cercana Mezquita de los Omeyas que veríamos al día siguiente.
Comenzamos el día con la visita al Museo Nacional. La puerta monumental del castillo omeya Qasr al-Heir al-Gharbi del siglo VIII es el acceso al museo. En su interior destacan los esplendorosos frescos figurativos de la sinagoga de Dura Europos, el hipogeo de la familia Yarhai transportado desde Palmira, el tesoro de Homs, colección prodigiosa de joyas de la necrópolis del rey Augusto, las tablillas cuneiformes del abecedario de Ugarit, la gran bailarina de Mari, entre otras piezas de incalculable valor. Aunque durante la guerra han sufrido algún expolio en sus museos, lo peor son los 10 mil yacimientos arqueológicos que han quedado expuestos al vandalismo, a los pillajes y al tráfico de antigüedades. Aunque solo pudimos hacer fotos en el exterior, en su espacioso jardín se exponen mosaicos, estatuas, fragmentos de lápidas, etc.
Casi cruzando la acera encontramos el complejo de mezquita, madrasa y caravasar ordenado por Soleiman el Magnifico, Tekkiye Süleymaniye, con el propósito de acoger a los peregrinos que se dirigían a la Meca. Construido por Sinan en el siglo XVI con influencias otomanas y árabes, que reflejan el papel de Damasco como encrucijada comercial y eje del peregrinaje entre Estambul y la Meca. Un pequeño mercadillo de artesanía ocupa las celdas donde los eruditos islámicos impartieron en otros tiempos las enseñanzas del Corán.
Nuestra siguiente parada fue en el Mausoleo de Saladino. Aunque antes de entrar a las chicas les hacen ponerse un sayal que les cubre desde la cabeza a los pies. Parecen sacadas de la película la Guerra de las Galaxias. El Mausoleo de Saladino es un edificio muy sobrio, de planta cuadrada y bóveda roja, que alberga dos sarcófagos, uno de mármol que está vacío y otro de madera de nogal, que es el que contiene los restos mortales del genio militar que unificó al pueblo árabe y lo abanderó en la lucha contra los cruzados durante el siglo XII.
Adyacente al mausoleo se encuentra la Gran Mezquita Omeya, considerado el 4º lugar más sagrado del islam. Construida por el califa omeya Walid I en el año 705 sobre la catedral bizantina dedicada a Juan el Bautista que, a su vez, se edificó sobre un templo de época aramea y romana dedicado a Jupiter Damascenus, del cual todavía pueden verse los restos de columnas y los muros por donde se accede a la mezquita. Se entra por la Puerta Oeste o de Bab al-Barid.
Una vez atravesamos dicha puerta nos recibe un gran patio interior de mármol. Está bordeado de arcadas y pórticos sobre tres de sus lados, limitando el cuarto con la fachada de la sala de oración. Al principio, todo el contorno del patio está adornado con escenas que representaban follajes y ríos en cuyas orillas había unas moradas de ensueño. Contiene 3 pequeños pabellones: el Tesoro, que se alza al oeste, un edificio octogonal cubierto de suntuosos mosaicos con fondo de oro, sostenido por 8 columnas. Al este, simétricamente a esta construcción, se alza la llamada Torre del Reloj. El último edificio es el Pabellón de las Fuentes, que se levanta sobre planta cuadrada y rematado por una pequeña techumbre de madera para uso exclusivo de las abluciones.
La mezquita tiene 3 minaretes en diversos estilos; el más antiguo es el llamado al-Arus o de la Esposa situado en el eje del transepto, en el lado opuesto a la sala de oraciones. Los otros dos fueron construidos en los siglos XIII y XV, el de Oayt Bey, y el minarete Blanco o de Jesús.
A continuación se pasa a la sala de oraciones o haram con imponentes arcadas y 2 alas laterales. Las paredes están revestidas de mármoles y mosaicos vidriados de oro y plata. En la sala de oración (145m de largo) destaca la cúpula al-Nissr o del Águila de 45m de altura y el Cenotafio de Juan el Bautista, cuya cabeza reposa en un sepulcro de mármol. En el transepto de la sala de oración, decorado con motivos geométricos, encontramos el Mihrab ubicado en el muro de la quibla, orientado a la ciudad de la Meca y el Almimbar donde el Imán preside la oración. También se conserva la cabeza de Huséin bin Alí, nieto del profeta Mahoma como un guiño hacia los chiitas.
Después de almorzar nuestro guía dijo que se encontraba indispuesto, fingiendo descaradamente, y nos dejó con una colega guía, Ferial, que nos acompañó el resto del viaje. Continuamos paseamos por la ciudad vieja repleta de tiendas de artesanía, puestos de dulces, de shawarmas y de bares donde sirven cafés o tés y los hombres fuman con parsimonia pipas de agua o hookah.
Entramos en el palacio Maktab Anbar, una casa construida como residencia privada por un comerciante judío local, el señor Anbar, a mediados del siglo XIX. La casa se estructura alrededor de 3 patios; el primero es el de recepción, detrás de este está el atractivo patio femenino, repleto de jazmines y naranjos, y finalmente el patio de los sirvientes.
Nuestro paseo continua por las calles estrecha de la ciudad vieja y entramos en el Palacio Azem, construido entre 1749 y 1752 por el gobernador otomano de Damasco, Assad Pacha Al Azem. Es un ejemplo de arquitectura otomana. El palacio está dividido en estancias separadas en torno a patios con dos zonas principales diferenciadas, el haremlik y el selamlik.
La zona denominada selamlik corresponde al área pública reservada para los invitados externos, contiene los salones formales, áreas de recepción y patios exclusivos para el entretenimiento. Hoy se usa como Museo de las Artes Populares y la Tradición. Estas dependencias están dispuestas en torno a un patio con un iwan en el muro sur flanqueado por dos salones de recepción. Junto al iwan hay una habitación de recepción para huéspedes, con una hermosa fuente de mármol rectangular en el centro del suelo.
El haremlik comprende las dependencias privadas de la familia, destinadas a las mujeres. Conectada a la cocina y al alojamiento del servicio, también incluye los baños o hamman, que son una réplica de los baños públicos de la ciudad, pero a menor escala. Están dispuestas en torno a un gran patio con dos fuentes y un jardín en el centro. Los edificios circundantes al patio presentan la técnica del ablaq típica de la arquitectura mameluca, que consiste en disponer de forma alterna hileras de piedras en dos colores diferentes: piedra roja y blanca o negra.
Cae la tarde sobre Damasco cuando nos adentramos en la llamada Calle Recta, que toma el nombre de la calzada romana, Decumanus Maximus, que se extiende de este a oeste, dividiendo a la ciudad vieja de Damasco en dos. El nombre de la calle queda recogido en en los Hechos de los Apóstoles (Hechos 9:11) cuando se insta a Ananías a visitar a Pablo en esta calle. La mitad occidental de la calle, incluyendo el zoco Midhat Pasha Souq, se llama Pasha Midhat, antiguamente judía, hoy en día típicamente árabe con cientos de vendedores.
A partir del arco de comienza la mitad oriental, se denomina calle Sharqi Bab y finaliza en la Puerta Bab Sharqi, también conocida como la Puerta del Sol. A la derecha se encuentra el Barrio Cristiano o Bab-Tuma.
A continuación nos dirigimos al Barrio Cristiano o Bab Tuma, donde visitamos la casa o capilla de San Ananías, consiste en una estructura subterránea, tipo cripta de dos habitaciones, situada a unos cuatro metros por debajo del nivel de la calle y se accede a ella por una escalera. La capilla está formada por el ábside de una iglesia bizantina del siglo V o VI. Se han encontrado restos que certifican el origen paleocristiano de la misma.
Muy cerca se encontraban las antiguas murallas que rodeaban la ciudad y la Puerta Keisan, lugar por el cual según la tradición San Pablo se escapó de Damasco, escondido en una cesta por la noche. Entre 1922 y 1923 se reconstruyó la puerta con restos de los materiales originales de la puerta y le añadieron una capilla en el interior.
Con la imagen de la Plaza Al Marjeh o de los Mártires situada en el centro de Damasco, que simboliza la libertad del pueblo sirio frente al yugo de los otomanos, finalizo este relato con la esperanza del fin de la guerra en Siria. Que permita volver a recuperar el bullicio de sus mercados, el trasiego de las personas en la ciudad vieja y la ilusión a los ojos de los niños que jugaban en cualquier rincón de esta maravillosa y milenaria ciudad, las más antigua según narran las fuente escritas y los hallazgos arqueológicos.
10/06/2019 at 01:19
Allí nacieron mis abuelos y todos mis ancestros..Ojalá algún día ..no muy lejano pueda disfrutar de Damasco
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09/06/2020 at 14:51
Gracias por compartir vuestra experiencia y mil gracias por hacerme revivir en estas calles que son una parte de mi alma
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