Leí en algún lado, refiriéndose al mundo Maya que: “Existen cientos de yacimientos arqueológicos mayas distribuidos en cinco países: Belice, El Salvador, Guatemala, Honduras y México. Los sitios con una arquitectura o escultura especialmente destacada son Chichén Itzá, Palenque, Uxmal, Comalcalco y Yaxchilán en México, Tikal en Guatemala y Copán en Honduras. Otros sitios importantes, pero de difícil acceso, son Calakmul y El Mirador. Los principales sitios de la región Puuc, después de Uxmal, son Kabáh, Labná, y Sayil. En el este de la península de Yucatán, son Cobá y el pequeño sitio de Tulum”. Nosotros tuvimos la suerte de haber visitado los que he resaltado en negrita.
Los Mayas a diferencia de Incas o Aztecas no se caracterizan por un sistema político concentrado en el Estado o Imperio, sino conformado por Ciudades-Estado y basado en una compleja red de rivalidades, períodos de dominación o sumisión, vasallaje y alianzas. Comenzaremos por el periodo más antiguo el Clásico (250-900 d.C.) en la ciudad de Calakmul dominada por la dinastía Kaanul, o Cabeza de Serpiente enfrentados con la ciudad de Tikal a la que derrotaron cuando perdió el apoyo e influencia de Teotihuacán. Pero basta ya de historia y contemos las peripecias para llegar a uno de los lugares arqueológicos menos turísticos y de más difícil acceso.

La ciudad fue documentada en 1931 por una expedición comercial que explotaba el chicle y no fue hasta 1982 que se realizó una expedición seria. Calakmul está situado en el sureste del estado de Campeche, en la región del Petén, en el núcleo de la reserva de la biosfera. Nosotros salíamos de Escárcega y tomamos la carretera Escárcega-Chetumal en el km 95, se toma una desviación hacia el sur. Íbamos escasos de gasolina por un camino “pavimentado”, en ocasiones muy estrecho, la vegetación ahogaba el camino, incluso la luz del sol se ocultaba por las copas de los arboles. No nos cruzamos con ningún “carro”, pero si con pavos, zorros, faisán y monos que cruzaban la carretera. Después de 60 kilómetros de conducción temeraria y dos puestos de pago, en el primero 50 mxn/pp y en el segundo 62 mxn/pp llegamos al parking.

El descubridor de Calakmul le puso el nombre que en maya significa “Dos Montículos Adyacentes” (Ca dos, Lak adyacentes, Mul montículo artificial o pirámide), nombre que hace referencia a las dos grandes estructuras que dominan la selva y que se ven desde el aire. Sin embargo estudios reciente indican que su nombre era Ox Te’ Tuun, Tres piedras o Tres estelas. El sitio abarca aproximadamente 70 km² y posee más de 6.000 estructuras y llegó a tener una población superior a 60.000 habitantes. La entrada al sitio arqueológico son 65 mxn/pp y te dan un plano con tres recorridos.

Decidimos tomar la ruta más larga, no hay pérdida, un sendero serpentea entre árboles, que se pierden en la inmensidad de un lejano cielo azul, jalonados por ruinas a las que han invadido con el paso del tiempo. Miles de insectos corretean por ellos, arriba y abajo sin cesar, y por uno, si se te ocurre sentarte o apoyar un brazo. Con un calor sofocante por la humedad pasamos por los edificios del Grupo Norte, delante de unos escalones verdes por el musgo, una de las cientos de estelas que cuenta el pasado glorioso de los serpientes, tal vez, la dinastía maya más belicosa, vigila severa el paso de los turistas.

Un desvío nos introduce aun más en la selva, ahora bastante tupida, unos gritos llaman nuestra atención, son un grupo de monos que se pelea o juega, parecen macacos. Llegamos a unas ruinas que delimitan los edificios de la Gran Acrópolis, está compuesto por la Plaza Norte que incluye el Juego de Pelota, las Estructuras XII; XIV y su anexo dedicado a las actividades ceremoniales; y por la Plaza Sur, donde se encuentran las Estructuras XV a XVII, donde se realizaban actos públicos.

Dani e Ire como si de intrépidos arqueólogos se tratara se encaraman en los muros semiderruidos de la estructura XIII, alcanzando su parte alta, parece ser que su función era habitacional ya que hay un gran número de cuartos. Mientras, Rosi y yo nos contentamos intentado desentrañar los misteriosos glifos, de las reproducciones de las estelas, desvaídas por la erosión.

Comienza a llover de forma débil y decidimos acortar el camino dirigiéndonos en línea recta hasta la Gran Plaza donde se levantan los edificios más interesantes. Parece ser que era el punto de encuentro de las fuerzas políticas, religiosas y sociales de los cabeza de serpiente y estaba conectado con los barrios mediante calzadas de tipo urbano, que se denominaban, sac beo’ob o sacbé, algunas medían hasta unos 40 km, como la que unía Calakmul con El Mirador. Destacan dos edificios, la estructura II y la I.

El ascenso hasta lo alto de la Estructura II se hace lento, el tamaño de los escalones es el tripe de lo normal, lo que obliga casi a inclinarse sobre ellos, dando la sensación de estar en posición de reverencia continua, sin levantar los ojos del suelo, y es mejor así, porque un resbalón te condena a una caída mortal.

En la cima, el espectáculo te corta la respiración, si la subida no lo ha conseguido. El silencio, solo cortado por el entrechocar del aire con la piedra y el verde omnipresente del paisaje es abrumador. Nadie habla, todos estamos en absoluta concentración, son los momentos en los que quieres que la imagen se te quede grabada para siempre, para poder luego recrearla, es un momento íntimo, propio, nadie quiere compartirlo y molesta que alguien quiera subir hasta donde tú estás, que quiera romper ese momento mágico de comunión con la naturaleza.

Pero la mirada de los Kaanul de Calakmul, no solo se dirigía a Tikal, sino a la hermosa y culta ciudad de Palenque, de fuertes lazos con la anterior, aunque de inferior población 10.000 habitantes. Las estelas nos indican que en al menos en dos ocasiones fue saqueada por los cabeza de serpiente. Se cree que los mayas fundaron la ciudad en el 100 aC y fue abandonada en el 800 dC. El nombre de Palenque se debe a su primer visitante, fray Pedro Lorenzo de la Nada (1567) que le adjudicó un vocablo catalán palenc, “fortificación” porque la región era conocida por el pueblo chol como Otolum, o ‘Tierra de Casas Fuertes’.

Realmente su nombre maya es Lakam Ha, que significa “El Lugar de las Grandes Aguas”, de hecho se encuentra ubicada en una meseta donde desaguan docenas de manantiales que brotan de las montañas, que la rodean, y que supieron canalizar por medio de acueductos extraordinarios. El área comprende unos 2,5 km2, de los que solo se ha explorado un 2% el resto permanece oculto por la selva. A la zona arqueológica se accede (65 mxp/pp) por un sendero que rápidamente te deja en la Gran Plaza, un espacio de aproximadamente rectangular delimitada por los principales elementos arquitectónicos en sus lados sur este, oeste y norte y es considerado como el centro político y administrativo de la ciudad.

El primer edificio es el Templo de la Calavera o XII, por la representación de una calavera en estuco al pie del basamento de la puerta de entrada. La mayoría de estos edificios han tenido un uso funerario, muchos de ellos aún sin excavar, como es el caso de éste.

Si continuamos caminando en paralelo vemos como se alzan dos edificios apoyados en la ladera de la montaña, tal vez, los dos edificios más importantes por las tumbas encontradas en ellos, El Templo de las Inscripciones o Templo X y el Templo de la Reina Roja o Templo XI.

El Templo de las Inscripciones se trata de una pirámide escalonada de 8 cuerpos sobre los cuales se encuentra un templo de 4 cuartos. En el interior al que no se puede acceder hay inscripciones jeroglíficas, de ahí su nombre, que detallan la historia de la dinastía regente en la ciudad, y los hechos de Pakal el Grande o K’inich Janaab’ Pakal II (descubierta en 1952).

En el interior, una escalera disimulada por una losa, desciende en dos tramos hasta llegar a una cripta funeraria que contiene el sarcófago. Tanto la losa que lo cubre, como los muros de la cripta, están decorados con bajorrelieves que muestran, la muerte de Pakal y su descenso al inframundo.
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La pirámide contigua es la de Reina Roja (descubierta en 1999), solo quedan vestigios de sus muros y pilares. Durante su exploración se encontró una sepultura debajo del piso del santuario y en la cripta, un sarcófago sin inscripciones, pero con los restos de una mujer cubiertos de cinabrio, origen del color y del nombre. Ultimas investigaciones parecen indicar que es la mujer de Pakal, Tz’akbu Ajaw, los científicos han llegado a esta conclusión después de haber realizado varias pruebas, como el análisis facial y su comparación con las imágenes de las estelas; el análisis de su dentadura, que indicó su procedencia externa y el análisis del carbono 14, a los restos de una mujer y un niño sacrificados en su tumba y no afectados por el cinabrio. Aunque no es definitiva, los arqueólogos esperan encontrar las tumbas de sus hijos para comparar el ADN.

Frente a este conjunto de pirámides y casi en el centro de la Gran Plaza se levanta otra construcción colosal, el Palacio. De forma trapezoidal, todos sus lados están cubiertos de enormes escalinatas que finalizan a 15 mts de altura en una serie de edificios y plazoletas.

Se alza sobre un basamento por el que suben amplias escalinatas en tres de sus fachadas: al norte, al oeste y al sur. El palacio tenía, en todo su perímetro, galerías abiertas hacia el exterior, que se han conservado en parte. Se trata de unos pórticos sobre pilares, con cubierta de mansarda hecha en mampostería.Las caras externas de los pilares de sección rectangular presentan estucos, que antaño estaban policromados, donde se represen escenas del ritual palaciego.
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Detrás de una pared divisoria, destinada a soportar las pesadas bóvedas de hormigón, corre paralela otra galería que da a los patios internos, alrededor de los cuales se articula la construcción.

En su interior, destacan los edificios que rodean los patios interiores que forman un gran complejo de espacios abiertos, pasillos, galerías subterráneas, obras de drenaje y lo que más llama la atención es una torre de cuatro niveles que puede haber sido utilizada como observatorio astronómico.

Más hacia el norte encontramos el Juego de Pelota, consta de dos plataformas alargadas y paralelas, separadas entre sí por un callejón angosto, que era el campo de juego y carecía de aro de piedra por lo que se cree que podría haber sido de madera. En frente se encuentra el denomina Grupo Norte, y el Templo del Conde, que debe su nombre al conde Waldech que lo habitó durante su estancia.

Volviendo sobre nuestros pasos y cruzando el pequeño riachuelo se accede a la Plaza del Sol o Plaza Stephenson en donde se encuentran un conjunto de tres templos principales el Templo de la Cruz, el Templo del Sol, y el Templo de la Cruz Foliada. Se trata de un conjunto de templos sobre pirámides escalonadas, cada uno con elaborados relieves en su interior. Los templos conmemoran el ascenso al trono del señor Chan Bahlum II, las cruces son en realidad representaciones del árbol de la creación, de acuerdo a la mitología maya.

El Templo de la Cruz aún conserva la crestería, un muro calado que coronaba la estructura. En su interior estaba el tablero central (hoy exhibido en el Museo Nacional de Antropología) que tiene una representación del monstruo de la tierra, del cual brota una planta de maíz. Sobre la planta, flanqueada por dos figuras humanas, se encuentra posada un ave fantástica.

El Templo de la Cruz Foliada ha perdido su fachada, y solo la segunda crujía se conserva completa. El Templo del Sol es el mejor conservado de la zona. Tiene como basamento una pequeña pirámide de cuatro cuerpos con escalinata hacia la plaza. Sobre estos cuerpos se levanta el basamento propio del templo, presenta doble crujía dividida en pórtico de tres entradas con pilares, cuarto central posterior conteniendo un santuario techado y celdas laterales.

En la zona hay muchos más vestigios pero los accesos estaban cortados o prohibido el paso. El mundo maya colapsó en el periodo Clásico en esta zona sur de Mesoamerica, los investigadores no se ponen de acuerdo si las causas fueron las luchas de poder, un cataclismo natural o el consumo de los recursos, pero viendo el paso del Huracán Matthew por Haiti o los millones de desplazados por la guerra en Siria podemos entender el éxodo que puede suponer circunstancias parecidas hace miles de años.
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