Dicen que Sicilia es el lugar del mundo que alberga el mayor número de ruinas mejor conservadas del mundo helenístico, incluso más que Grecia, aunque cueste de creer. No los voy a cansar diciéndoles quién ocupo la isla, porque la lista sería interminable, pero las dos ciudades cuyos lugares arqueológicos visitamos siempre estuvieron a la gresca. Segesta o Egesta, fundada por el pueblo élimo, dicen que fugitivos de Troya y Selinunte, fundada por los griegos.

Salimos temprano de Palermo por la autopista E90/A29, si bien venía advertido que conducir en Sicilia era un suicidio, tengo que decir que es verdad. He conducido en muchos países, entre ellos Marruecos, Tahilandia o Indonesia, pero aquí no respetan ni las señales ni las preferencias en cruces o rotondas y el primero que llegue es el que pasa. El parque automovilístico es viejo y muchos coches están totalmente rayados o abollados, se aparca al toque. En fin que tienes que estar muy alerta y tener suerte. Finalmente llegamos al parking gratuito (no vimos a ningún gorrilla como se advertía) del parque arqueológico de Segesta (80 km).

 

 

 

 

La entrada al parque arqueológico (6 €/pp) y (1,5 €/pp) por una “shuttles bus” que te lleva hasta el Teatro que se encuentra en la cima del Monte Barbaro, una subida con mucho desnivel de unos 2 km, algunos valientes iban caminando. Lo primero que se visita es el Templo dórico del s. V aC., situado en una pequeña loma rodeado por un verde prado cubierto por un manto de flores amarillas, naranjas y rojas.

 

 

El templo es de estilo dórico períptero y hexástilo, es decir rodeado de columnas y con seis de ellas en el frente, de 6×14 sobre una base 21×56. Por tanto, el conjunto lo forman 36 columnas coronadas por un arquitrabe liso y un friso dórico con metopas y triglifos. La estructura del templo está intacta con el tímpano en su lugar y sin techo ya que nunca fue terminado.

 

 

 

Para llegar al Teatro encaramado en lo alto del monte tomamos el  “shuttles bus”. Luego, vale la pena bajar caminando y disfrutar de las espectaculares vistas sobre el valle mirando el Golfo de Castellamare, el mar y el templo dórico. Sin embargo, el día se presentó muy ventoso y lluvioso. El teatro fue construido en la segunda mitad del s.III aC. Un muro de contención envuelve el espacio vacío, su cavea de 63 metros que se orienta hacia el norte, en contra de lo habitual en los teatros griegos. Siete cunes dividen las plazas de los espectadores. Les separaciones están hechas con travertino (piedra caliza) proveniente de Alcamo. La división horizontal del teatro permitía el desplazamiento de los espectadores de una sección a otra del teatro.

 

 

 

La zona más cercana a la orquesta tiene veinte filas de asientos, pero la zona superior está semiderruida. El teatro tenía una capacidad para unas 3.000 personas. Sobre el mismo promontorio se esparcen restos de un castillo normando del s. XII, una mezquita, y una iglesia del s. XV, aunque la información de paneles informativos están casi borrados y en un estado ruinoso.

 

 

 

 

Continuamos ahora hacia la ciudad medieval de Érice,unos 40 minutos en coche, aunque la última parte la carretera es una sucesión de curvas y subidas empinadas, ya que, se encuentra en lo alto del Monte San Giuliano. A Érice también se puede llegar desde la población costera de Trapani en funicular. Pero en esta época estaba cerrado. Dejamos el coche en el parking de la Chiesa Madre, pasada la puerta Trapani, una de las cuatro (Spada y Cármine,). También llamada de Santa María della Asunta, del s. XIV, levantada bajo el reinado de Federico de Aragón. Su particular campanario, separado de la iglesia es en realidad una torre de vigilancia aragonesa de 1315. El maravilloso pórtico de la iglesia pese a ser gótico, algo inusual en la barroca Sicilia, data del 1426.

 

 

 

 

Homero y Virgilio ya mencionan a Érice en sus epopeyas y numerosos héroes épicos, desde Odiseo a Dédalo o Eneas, han puesto los pies sobre sus calles. Érice reúne muchos de los rasgos característicos sicilianos, como un urbanismo normando, la organización árabe de la vivienda en torno al patio, el amplio abanico de dulces. Sus calles empedradas, estrechas y empinadas que llevan la historia marcada en sus piedras. El fragor del viento batiendo en cada rincón y la bruma baja que se cuela por todas las esquinas le confiere un misticismo  excepcional.

 

 

 

 

Varios paneles informativos te proponen diversas rutas para perderte por la cuadrícula callejera, según el tiempo que quieras tomarte. Dejando atrás la iglesia de San Salvador seguimos por Vittorio Emanuelle hasta Piazza Umberto, donde se puede tomar un café en las terrazas bajo el ayuntamiento.

 

 

 

 

La Piazza San Doménico y su bonita iglesia, sede del Centro Científico Ettore Majorana, las iglesias de San Giuliano y San Martín o la extramuros iglesia de Santa Ursula y la Addolorata son buenos postres para la excursión por Erice.

 

 

 

 

En cualquier caso en todas la meta es llegar al castillo y a los jardines comunales, Giardino del Balio, donde el esfuerzo de subir las cuestas se ve recompensado con la paz, las vistas, y el castillo.

 

 

 

 

La ascensión concluye con la entrada a los castillos Pepoli, edificio normando gestionado por manos privadas y que sólo permite una visita parcial, y el Castillo di Venere, en estado ruinoso, pero que sugiere tiempos de gloria cuando allá por el s.XII se construyó sobre el templo de Venus (Venere). Desde este punto las vistas sobre el Mar Tirreno y al fondo el golfo de Castellmmare y el valle cultivado son espectaculares.

 

 

 

 

Almorzamos en Rte la Pentolaccia, porqué anunciaban el coucous de pecce (muy flojo) y luego compramos en la La Pasticceria di Maria Grammatico, la mejor de Erice, diversos dulces típicos de Sicilia y en especial de aquí, Frutta di Martorana, mazapánes y dulces de almendra, elaborados con las ancestrales recetas de las monjas de los conventos.

Seguimos nuestro periplo hasta Selinunte, casi 2 h y 100 km más tarde, con la luz ya casi en el ocaso (17:00 h). El parque (6€/pp) lo cerraban a las 18:00 h. La ciudad antigua fue fundada por los colonos griegos de Megara Hyblaea (en la costa oriental de Sicilia), en el s.VII aC. Su nombre deriva de una planta endémica de la zona, el selinon o apio. El parque se divide en cuatro zonas: Los Templos Orientales, La Acrópolis, La Ciudad Antigua, y el santuario de Malophoros. Los templos se nombran con letras ante la imposibilidad de catalogar con exactitud a la divinidad a la que honraban.

 

 

 

 

Visitamos primero los Templos Orientales, en la entrada del este. El templo E, de estilo dórico, pertenece al s.V a.C, por una inscripción se sabe que estuvo consagrado a Hera. De los otros dos templos de esta área, el templo G, dedicado a Zeus, se encuentra en ruinas. Solo han restaurado una columna en 1832 para que los visitantes podamos intuir la grandeza del templo. Mientras que el templo F, dedicado a Atenea, se encuentra completamente destruido.

 

 

Cogimos el coche y nos dirigimos hacia el parking de la Acrópolis sobre el mar embravecido por el fuerte viento que soplaba es una de la imágenes imborrables de Sicilia que nos quedará. Caminar al borde de la inmensa muralla te da una idea de lo que fue esta ciudad rodeada por muros y torres que le conferían un cariz defensivo ante la amenaza constante de Segesta.

 

 

 

 

Dentro del recinto fortificado se encontraban también varios templos, siendo el mejor conservado el templo C, dedicado a Apolo. Se trata de un santuario períptero hexástilo, de orden dórico, posiblemente construido en torno al 560 a.C. sobre una edificación anterior. Se cree que debía de ser el edificio religioso de mayor importancia de la colonia. Algunas de sus metopas (el carro de Apolo, Perseo y la Gorgona, o Hércules y Cercopi) se encuentran en el Museo Arqueológico de Palermo.

 

 

Hay un pequeño museo al que nos dejaron entrar cuando ya cerraban la puerta para ver el El Efebo de Selinunte, preciosa estatua de bronce de un joven fechado entre 460 y 480 a. C., de 85 cm. La noche se nos echaba encima y todavía nos quedaban más de 100 km, con mucha curva y tráfico pesado, tardamos en llegar casi 2 horas largas a la ciudad de Agrigento donde pasaríamos la noche en el B&B Dolce Vita, la habitación estaba decorada en la época de Carlo Vy cenamos muy bien en el Rte Pititino. Nos pareció muy agradable la ciudad pero estábamos muy cansados y el día siguiente nos esperaba  otra gran etapa, Agrigento (el valle de los Templos),  Villa Romana de Casale, Ragusa, Modica y Noto.