Los volcanes de
Bromo e Ijen son seguramente las atracciones principales del
Este de Java. En
Yogyakartaofrecen excursiones de dos días, que incluyen los transportes, los hoteles y desayunos y los traslados a los volcanes del
Bromo e Ijen y finalizan con un viaje en guagua desde el puerto de
Ketapang, cruzando en ferry hasta
Bali y continuación a
Denpasar. En ese momento nos pareció una aventura digna del mismísimo
Calleja.

Decidimos comprar el paquete en la agencia callejera de Güito, un simpático indonesio que siempre lo vimos sentado delante de su puesto en la c/ Jl. Sosrowijayan. Contentos por creer que habíamos conseguido una gran ganga (70 €/pp) y la sensación de aventura, no nos dejó recapacitar sobre los transportes o las condiciones de los traslados. Aunque sí comprobamos los hoteles y cambiamos el del Bromo, no leímos malas críticas a estas excursiones. En cualquier caso creo que por cuenta propia se puede hacer el mismo recorrido mucho más barato en igualdad de condiciones. Eso si hay que armarse de paciencia para regatear en cada transporte, traslado y hotel del camino.
Habíamos negociado con la agencia, que nos recogieran en el aeropuerto de Surabaya y después del típico momento de nerviosismo por “¡Ay que no se presenta nadie a recogernos!”. Nos trasladaron en un taxi con achasta una pequeña agencia de viajes, Han’sen Probolinggo, donde llegamos al atardecer. De allí nos llevaron en un bemoo furgoneta de 12 personas, un poco más apretados, hasta Cemoro Lawang, la zona donde están la mayor parte de los hoteles y restaurantes. Llegamos al anochecer y tras distribuirnos, según los paquetes contratados en la agencia, llegamos a nuestro hotel, Bromo Permai.
La primera impresión que tienes al llegar es de frío, mucho frío. Además, el lugar te recuerda a las casas del Pirineoo a los Alpes, en plan cabañas de madera, distribuidas alrededor de un restaurante central, nada que ver con el resto de las casas de Indonesia. La habitación es amplia y tiene baño privado con agua caliente. A las 4:00 de la mañana nos recoge un conductor con un jeep, en el que vamos cinco personas un poco apretados y que nos llevará a ver el amanecer a Gunung Penanjakan, para luego bajar a la caldera y subir al Monte Bromo. Al principio no se ve nada, es de noche cerrada, a medida que nuestros ojos se adaptan a la oscuridad comenzamos a vislumbrar, primero, a otros jeebs y motos, que levantan densas nubes de polvo en lo que nos parece un inmenso desierto de arena, una carrera a lo loco adelantándose unos a otros, también se divisan personas en grupos o solas con pequeñas linternas adosadas a sus cabezas que deambulan por ese mar de arena. Tardamos casi una hora en jeep para llegar hasta unos 500 m. de la cima del monte Penanjakan.
No se puede avanzar más debido a la multitud de vehículos aparcados que invaden los márgenes de la estrecha carretera de montaña. Nos bajamos y continuamos la ascensión a pie. El caos es total, una marea humana intenta sortear a los jeeps aparcados, el ir y venir de motos que se ofrecen a los turistas para alcanzarlos hasta la cima, los gases de escape de la motos, a los vendedores apostados al borde de la carretera que quieren vender abrigos, comida y bebida caliente, etc…La carretera se empina, comenzamos a sudar. Estamos a casi 3.000 m. de altitud y hace bastante frío. No tenemos ropa de abrigo de montaña, sólo un par de suéteres, nos hemos puesto toda la ropa de abrigo. Son las 05:30 h.
Desde la cima las vistas son inmejorables. Por un lado el sol va saliendo poco a poco coloreando el cielo con tonos rojizos y amarillentos, al otro lado queda el mar de nubes, blanco como el algodón. Pero tanta belleza no es ningún secreto y hay que compartirla con los cientos de turistas que han madrugado como nosotros y se agolpan para conseguir la mejor instantánea.
El día comienza a despuntar y la neblina se levanta, dejando paso a un mar de arena desde donde surge el monte Batok (2.470 m) en primer término, los volcanes aún activos de Bromo (2.329 m) y Kursi (2.581 m) en segunda línea, y al fondo el pico más alto de Java, el volcán Semeru (3.676 m) y que luego encontraremos de nuevo más abajo.
Al bajar del Gunung Penanjakan el humo del Monte Bromo nos hace de guía hasta la base del volcán, una explanada de arena fina volcánica aparece bajo las faldas del volcán un enorme templo Hindú, que a pesar del número de erupciones que hay por la zona todavía permanece en pie. Ya estamos en el Mar de Arena, una enorme caldera del antiguo volcán Tengger de casi 10 km de diámetro.
Desde el parking, donde te deja el jeep, hay que caminar 40 minutos hasta la cima del Bromo. Para los más vagos o simplemente si te hace ilusión, tienes la posibilidad de alquilar un caballo para recorrer los 500 mts de distancia entre el punto de partida y las escaleras para subir al Monte Bromo. El camino transcurre sobre finísimo polvo volcánico que se levanta con las pisadas de personas y caballos. Las escaleras son tan empinadas que al subir tienes que ir parando para coger alguna bocanada de aire o simplemente porque hay tanta gente que vas en fila de uno.
Las vistas desde el borde del cráter, que desprende una leve pero constante fumarola blanca sulfurosa, son de una absoluta belleza, ante tus ojos se abre un paisaje desolado, sobrenatural, como si de una estampa lunar fuera, sobre todo si se compara con los exuberantes valles verdes alrededor de la caldera.
El interior del cráter parece un abismo hacia el mismísimo infierno, las bocanadas de gases acre te hacen toser y lagrimear. Es magnético, atrayente, te atrapa, te hipnotiza. El viento hace que los gases cambien constantemente de dirección es hora de volver. Tomamos nuevamente el jeep y regreso al hotel.
Allí, cambiamos de furgo y previo paso por la agencia de viajes Han’s en Probolinggo, donde nos distribuyeron a unos cuantos en una bemo y a otros en una guagua grande. Nosotros maldecíamos nuestra mala suerte hasta que nos enteramos, que a los otros, se les averió y tuvieron que caminar más de 1 km cargando con las pertenencias y de noche.Llegamos de noche cerrada a Blawan (Bondowoso), una pequeña localidad rural, dedicada a los cultivos y las plantaciones de café rodeada de unos densos bosques. Nuestro hotel el Catimor Homestay era una antigua edificación holandesa dedicada al cultivo del café. La habitación que nos tocó fue infame. Había decidido no ascender al volcán pero nos levantaron a las 2:00 am y nos dijeron que no volveríamos por el hotel, así que a toda prisa recogimos y al bemo de cabeza. Era de noche cerrada y después de unos 45 min de curva y contracurva llegamos a Paltuding, la base para la ascensión. Ire lo vomitó todo.
La meseta de
Ijen es una extensa zona montañosa de una belleza paisajística excepcional que alterna frondosos bosques y plantaciones de café con las cimas y laderas de los volcanes
Kawah Ijen (2.386 m),
Raung,
Suket y
Merapi entre otros picos más pequeños. Comenzamos el ascenso sin ninguna luz y sin guías, solo la luz de la luna nos alumbraba, el camino aunque con tramos bastante empinados, de suelo firme, ancho y cómodo para caminar. Ire iba a mi lado «pastoreándome», dándome ánimos y Dani iba y venía, controlando que avanzará paso a paso, sin prisas.
Tardamos unas dos horas en alcanzar la cima. Cuando se abren claros se ven las montañas y conos volcánicos de la meseta de
Ijen. A medio camino hacia el cráter se pasa por las casetas donde los trabajadores descargan sus cestos del azufre que transportan desde el fondo del volcán. En estas casetas hay un pequeño bar y es también donde pesan, en unas balanzas, las cargas de azufre que los mineros extraen de una de las últimas minas de azufre a cielo abierto que quedan en el mundo.
Cada trabajador suele hacer dos viajes diarios a pie al fondo del cráter desde este puesto. Los trozos de azufre los arrancan sumergidos entre los humos tóxicos del volcán y una vez llenas dos cestas, las cuelgan sobre una pértiga de bambú que se cargan al hombro y suben el cráter. Normalmente cargan unos 80 o 90 kilos. Son muy simpáticos y te piden cigarrillos y/o dinero por dejarse fotografiar o para que intentes levantar su carga.
Cuando llegamos a la cima ya había amanecido. La vista era espectacular, sobrecogedora, te sientes frágil. En el fondo destaca una vasta extensión de aguas de tonos turquesas, una columna de espeso humo asciende desde las entrañas de la tierra y junto a ella aparece y desaparece la imagen de docenas de mineros trabajando en la explotación de azufre que se confunden con los turistas que queremos retener en nuestra pupilas esos instantes.
Hay algo mágico, que te atrapa, la visión del lago con sus bellas aguas ácidas donde, por la noche, se puede apreciar el famoso fenómeno de las «llamas azules o blue fire«, debido a reacciones químicas provocadas por la combustión de gases sulfurosos del lago. Alguno de nuestros compañeros de alojamiento pagaron un extra más para ver esas lenguas azules.
Deambulamos un rato más antes de regresar y no sin reflexionar en el camino de vuelta sobre la figura de estos super hombres, renqueantes, con sus botas de goma y cigarros en la boca, de piel cuarteada por el sol y quemada por los gases tóxicos que incluso nos adelantaban con una facilidad pasmosa con sus fardos al hombro. Ahora la vista de los volcanes de la meseta era nítida, casi cristalina. Impresionan los colores, el verde de los árboles se corta con el azul del cielo y el ocre de la tierra. El terreno ahora es pendiente casi te anima a bajar corriendo, los culazos y amagos de caída se suceden, Ire y yo quedamos empatados a dos. finalmente adoptamos la táctica del zig-zag y la figura del caballito trotón.
De vuelta al bemo, en el campo base, sacamos el desayuno. Una caja con un huevo duro y dos sándwich de contenido misterioso. Empieza el largo camino a Bali. Nos llevan a una especie de agencia en Ketapang, en la costa, donde entregamos el ticket y nos dicen que en media hora vendrá nuestro bus. El tiempo pasa y la guagua que no llega. Resulta que un bus público lleno hasta los topes. El de la agencia (el mafia) va levantando a los nativos para que podamos sentarnos nosotros con toda su cara. Intentamos protestar pero no hubo forma.
El autobús sube al ferry para atravesar el pequeño istmo entre las islas de Java y Bali. El ferry llega en media hora al puerto de Gilimanuk en Bali. La guagua tardó unas 5 horas en llegar a la estación de Mengui, en las afueras de Denpasar. Allí compartimos un taxi con tres chicas extranjeras de distintas nacionalidades para llegar a Ubud, a nuestro hotel Pager’s bungalow, ya de noche.
Siempre tuve dudas de si era acertado o no hacer estas excursiones, porque viniendo de las islas Canarias, con paisaje volcánicos fabulosos en todas las isla, principalmente el Teide o una isla como Lanzarote. La respuesta es sí, fue alucinante, magnético, el rally nocturno en la caldera del Bromo, el frío intenso en el cima de Pananjakan, el amanecer y los picos surgiendo de la niebla, el ascenso al Ijen, las fumarolas, el lago a veces azul turquesa otras verde esmeralda, las risas y culazos en la bajada y los obreros cargados con el pan de su vida. Es un lugar para visitar al menos una vez en la vida.
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