Lucca, no es una más de las ciudades de la Toscana, ni como algunos dicen, la gran olvidada, de origen etrusco y basamentos romanos fue república independiente del Gran Condado de Toscana hasta que Napoleón la conquistó. Destacan las imponentes murallas que la rodean y su camino de ronda desde las que se contempla la inmensa y llana campiña, donde se levantan las famosas villas toscanas, surgidas en el s. XIV gracias a las ricas familias burguesas dedicadas al arte y al comercio de la seda, cuya ruta  venía de Hangzhou (China, a 8.000 kilómetros).

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Nosotros aterrizamos en el vuelo nocturno de TFS-Pisa de Ryanair, y pernoctamos en el B&B My Pisa BnB a escasos metros del aeropuerto. Por la mañana recogimos el coche de alquiler con Rentalcars ( ¡ojo! porque las oficinas de alquiler no están el edificio central hay que salir y caminar unos 300 mts o esperar indefinidamente por un shuttle de enlace). Pusimos rumbo, por la campiña toscana rica en viñedos, olivares y frutales, a Lucca. Mejor dejar el coche fuera del recinto amurallado o en alguno de los parking (3€/h) de los aledaños de las principales puertas de entrada a la ciudad.

 

Comenzamos nuestra visita por la puerta Vittorio Emanuelle, que se abre a un gran espacio, piazzale Giuseppe Verdi y desde donde se puede subir al paseo superior de la muralla, consideradas como las murallas medievales mejor conservadas de Italia. Continuamos por la vía Vittorio Emanuelle II hasta llegar a la Piazza Napoleone. Fue la hermana de Napoleón, Elisa Bacciochi, quien levanto esta plaza arbolada y el Palacio Ducal,  construido sobre las ruinas de una fortaleza del s. XIII. Casi pegada se encuentra la Piazza del Giglio y su Teatro, de estilo neoclásico.

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Tomamos la estrecha vía del Duomo, que nos lleva a la Piazza San Giovanni, donde se levanta la fachada de la Iglesia de los Santos Giovanni y Reparata. La iglesia de Santa Reparata se construyó en el s. XII y fue la antigua catedral de Lucca. El adyacente baptisterio de San Giovanni se remonta en cambio al s. XIV. Recientes excavaciones han sacado a la luz unas termas romanas en el subsuelo.

Continuamos caminando por la misma vía hasta llegar a la Piazza di San Martino, donde se levanta el Duomo di San Martino, construido en el s. XI,  destaca su hermosa fachada románica en mármol blanco y verde obra de Guidetto da Como, consta de tres grandes arcos de entrada al pórtico y tres niveles de galerías. El campanario del s. XIII y de 69 m de altura se alza en un edificio contiguo.

El interior del templo consta de tres naves, crucero y un  ábside semicircular. La gran nave central está separada de las laterales por unos grandes arcos, típicos de la construcción románica, pero las bóvedas son de crucería gótica, realizadas en la reconstrucción del siglo XIV. En un templete octogonal, se encuentra la reliquia, el Volto Santo, o Santa Faz. Un crucifijo de madera de cedro esculpido con el icono de Jesús atribuido a Nicodemo, un fariseo que siguió a Jesús hasta el Monte Calvario y luego ayudó a José de Arimatea a preparar el cuerpo para la sepultura.

Regresamos sobre nuestros pasos hasta la via Cenani, repletos de casonas y palacios antiguos, hasta llegar a la Torre delle Ore, del s. XIII que era la más alta de las 150 torres que hubo en la ciudad, su actual reloj tiene un mecanismo de cuerda del s. XVIII.  Girando en la via Sant’Andrea, nos llevará a la otra torre, Torre Guinigi, de 44 m construida en ladrillo rojo remarcado por ventanas y escudos. Su característica principal es el jardín de encinas que sitúa en lo alto de la torre.

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Desde aquí ascendimos por la Via delle Chiavi D’Oro y por Via Canuleia, llegando a la Piazza Anfiteatro, se accede a través de cuatro puertas, pero sólo una de ellas (la más baja) es similar a las originales. La plaza, así como, las casas coloridas que la rodean se construyeron sobre las ruinas de un anfiteatro romano del s. II, de forma elíptica cerrada. Lugar ideal para tomarte una copa de prosecco, observando el ir y venir de los turistas.

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Saliendo por la puerta que da a la Via Fillungo, te encuentras con la Piazza S. Frediano y la Basílica de San Frediano, de estilo románico construida sobre otra iglesia del siglo VI. La fachada está construida con piedras de mármol blanco que fueron traídas del anfiteatro romano cercano, pero lo que más llama la atención es el mosaico dorado del siglo XIII que representa la Ascensión de Cristo el Salvador, obra de Berlinghiero Berlinghieri, diseñado en estilo bizantino medieval. El interior del templo es de planta basilical con una nave y dos pasillos separados de la nave por arcos sostenidos por columnas con capiteles romanos y románicos.

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Ahora descendemos por la Via Fillungo, hasta girar a la derecha en la via Santa Croce, hemos llegado a la Piazza S. Michelle, antiguamente el Foro Romano ocupaba este espacio, rodeada de bonitos edificios medievales que se caracterizan por arcos redondeados y en una de sus esquinas se encuentra el Palazzo Pretorio, un reloj enriquece su fachada. En el centro de la plaza se erige la estatua de Francisco Burlamacchi, realizada por el escultor Ulisse Cambi.

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Pero el edificio más emblemático de la plaza es la Chiesa di San Michele in Foro, construida a partir del s. XI, en estilo románico pisano destaca su fachada dividida en dos partes. La parte inferior formada por arcos ciegos sujetados por columnas, en los que se abren tres puertas. La central, más ornamentada que las laterales, contiene un dintel labrado y por encima un rosetón. La parte superior de la fachada tiene cuatro niveles de logias compuestas por innumerables arcos que se sustentan por columnas. Las columnas son todas distintas unas de otras en formas y tamaño. Unas son talladas, otras con forma de espiral y otras ornamentadas con franjas horizontales y oblicuas. En la cima se encuentra la estatua del Arcángel San Miguel dando muerte al dragón. La estatua está flanqueada por dos ángeles más pequeños.

El interior de la iglesia tiene las características de una basílica románica. Está compuesto por una nave central, dos laterales y un ábside en semicírculo. El techo se sujeta a la nave a través de arcos soportados por gruesas columnas, en cuyas partes inferiores están grabadas inscripciones y dibujos medievales. En las partes superiores de los muros se abren vidrieras redondas.

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Nos dirigimos ahora por la Via di Poggio hacia la Piazza Cittadella, encantadora plaza rodeada de cafés y presidida por la estatua del compositor más famoso de la ciudad, Giacomo Puccini, detrás de la cual se levanta la casa donde vivió, ahora convertida en museo, de élla, parece emanar los acordes de Tosca que lo envuelve todo y crea un ambiente plácido y tranquilo.

Otro templo se levanta en esta plaza, Il Mercatino  de Walter&Lucia, una tienda de delicatessen y productos típicos de la Toscana que ofrece, entre muchas delicias, embutidos artesanales, deliciosos quesos y pan casero, incluso los mejores aceites y vinos de la región de Lucca. Nosotros nos hicimos con algunos de sus productos para el almuerzo «on the road«. Por último no nos podíamos ir de Lucca sin degustar el dulce típico, el ‘bucellato‘, en otro de los templos, la Gelateria Santini, inaugurada en 1916 y presumiendo de cuatro generaciones de maestros heladeros ofrece semifreddos, cassatine, pingüinos, tiramisú, paciugo y el ‘lucciissimo’ relleno de Buccellato.

El reloj del parking corría inexorablemente, ya se había cumplido con creces las 2 horas que tan optimistas habíamos programado. No hubo ningún susto y pudimos poner rumbo a nuestro próximo destino…Nápoles, a 5 horas vista por carreteras de peaje, aunque el Map.me nos mando inicialmente por secundarías y algún error en la toma de decisiones, tardamos 7 horas.