Llegan los carnavales a Santa Cruz y el menda y la parienta (jajaja qué mal suena, no?) cogemos el primer avión que nos lleve lejos de nuestra querida isla perdida en el atlántico, bueno tan perdida tampoco. Según unos, son los restos de la Atlántida, para otros ya era visitada por vikingos y seguramente descendemos de los bereberes que se adentraron en el mar desde el norte de África. Pero a dónde ir que no haga demasiado frío y que no hayamos estado, claro. Miramos dos cosas esenciales; los precios de los billetes de avión y que la duración no sea superior a una semana (los alumnos tienen una semana de vacaciones). Quitando el norte de África, que lo conocemos, nos quedaba las islas del Mediterráneo; Córcega, Cerdeña, Sicilia, Creta, Malta, Chipre, islas griegas y turcas. Sicilia la habíamos visitado y las islas griegas se alejaban mucho.

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Nos decidimos por Malta, volando el sábado 10, desde TFN con Norwegian a Madrid, donde se nos acopló Daniel, jajaja “el parásito”. Pernotamos en Hotel Nuevo Boston para tomar el vuelo de las 6:30 h de Ryanair hacia Malta donde llegamos el domingo 11. Teníamos alquilado un coche con Rentalcars. Aquí se conduce por la izquierda porque fue colonia inglesa hasta 1964, aunque realmente no se marcharon hasta 1979 y no fue hasta 2004 que fue admitida como miembro de la Unión Europea. Este archipiélago está formado por tres islas habitadas Malta, Gozo y Comino y algunas islas e islotes menores deshabitados.

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Como se dice Malta es un crisol de culturas, ya en su etimología se citan a los fenicios que la llamaban Maleth, que significa ‘refugio’, por la gran cantidad de bahías que hay, pero también los griegos y romanos la llamaron isla Μελίτη (Melite), que significaba ‘dulce como la miel’, por la gran cantidad de producción de ésta. Bizantinos, vándalos, árabes, normandos, aragoneses y luego el Reino de España que las cedió a los Caballeros Hospitalarios de la Orden San Juan de Jerusalén. Hasta que llegaron los franceses con Napoleón a la cabeza y ya 1814 pasó a manos británicas. Hoy lo único que recuerda este pasado son las cabinas telefónicas de color rojo y que se circula por la izquierda, la población habla maltés y se usa el inglés para relacionarse con los extranjeros, desde 2004 forma parte de la Unión Europea y la moneda es el euro.

Organizamos varios itinerarios que trataré de exponer aquí; el primer día paseamos por capital, La Valleta; el segundo día lo dedicamos a las tres ciudades, Vittoriosa, Senglea e il-Kalkara, nuestro tercer día la zona central (Mosta, Mdina, Rabat, etc…), para el cuarto y quinto día tomamos el ferry con el coche y nos fuimos a recorrer Gozo y Comino, el sexto día disfrutamos del norte de Malta, (Popeye Village, Golden Bay, Ghajn Tuffieha Bay, etc…). El último día, lo dedicamos a la zona sur; Marsakala, Marsaxlokk, los templos de Hagar Qim y Mnajdra o la gruta azul.

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Los primeros tres día en Malta decidimos alojarnos en Pebbles Boutique apartahotel de Sliema que junto con St Julian son las zonas más turísticas de Malta, donde hay una mayor oferta hotelera y gastronómica, con grandes paseos al borde del mar y a pocos kilómetros de la Capital, unida por transporte público (2,2 €/pp) y también marítimo (1,5 €/pp). Dejamos las mochilas y el coche y nos fuimos en guagua hasta la Valleta.

La ciudad la fundó Jean Parisot de la Valette, el gran maestro de la orden de los Caballeros de San Juan a mediados del siglo XVI, toda la ciudad es un fuerte amurallado. La guagua nos dejó cerca de la Fuente del Tritón y a pocos metros de la entrada a las Puerta de la Ciudad con sus imponentes murallas. Cruzando los bastiones de St James y St Juan a izquierda y derecha nos introducimos en la bulliciosa capital. Rápidamente nos damos de bruces con el Palazzo Ferreira del siglo XIX y el edificio de la Ópera real de La Valleta, Pjazza Teatru Rjal que fue bombardeado durante la II GM y que ahora hace las funciones de teatro al aire libre.

A la izquierda se encuentra la Plaza del Castillo con el Albergue de Castilla y León levantado por los caballeros de Malta para dar auspicio a los peregrinos a Tierra Santa y que hoy alberga el ayuntamiento. Seguimos callejeando por la vía peatonal más importante, la Triq il-Repubblika, en dirección al puerto, el color de la piedra caliza domina la mayoría de las edificaciones, se suceden palacios e iglesias, se dice que en Malta hay una iglesia por cada día del año. Aquí también disfrutan del carnaval, un desfile y lo que más nos sorprendió una gran calidad en los disfraces, aunque la mayoría de la música era «electrónica», demasiado estridente.

Llegamos a  La Concatedral de San Juan (6€/pp + audioguía), construida por los caballeros entre los años 1572 y 1578 es un magnífico ejemplo del Barroco.  La sencilla fachada de la Concatedral, no te prepara para el esplendor de su interior. Boquiabiertos dimos nuestro primeros pasos, con la vista azada hacia la bóveda de cañón que cubre la nave central,  donde Mattia Preti reprodujo en magníficas pinturas la vida de San Juan Bautista. Nuestras miradas iban sucesivamente de los muros de piedra labrada, al pavimento de mármol incrustado y policromado que cobija las 405 tumbas donde yacen caballeros de la orden, al espectacular altar, así como a las ocho ricas capillas; la Lengua de Aragón, Cataluña y Navarra dedicada a San Jorge y la de Castilla, León y Portugal dedicada a Santiago Apóstol que habla del poder español en esta ciudad. Otra capilla es la dedicada a la obra de Caravaggio, «La decapitación de San Juan Bautista».

Muy cerca vemos la Plaza de la República flanqueada por el Palacio del Gran Maestre y  tomada por los cafés, un poco más abajo, la Plaza de San Jorge o Misrah San Gorg, que prácticamente no se veía por estar cubierta por gradas artificiales. Nos dirigimos hacia el mar descendiendo por las estrechas callejas, que suben y bajan a modo de tobogán con los típicos balcones de diferentes colores que le dan un cierto aire portugués. En esta zona vemos la iglesia barroca de San Agustín y cerca ya del mar la procatedral de San Pablo y la iglesia de los Carmelitas o Basílica de Nuestra Señora del Monte Carmelo con su espectacular cúpula ovalada, uno de los símbolos de la ciudad.

Bajando unos tramos de empinadas escaleras entre destartalados edificios y llegamos al borde de la muralla que nos ofrece la vista panorámica de la ciudad de Sliema y la Isla Manoel. A nuestra espalda se elevan las siluetas de la torre de San Pablo y la cúpula de las Carmelitas. Ahora nos dirigimos hacia al extremo de La Valleta hasta llegar al Fuerte de San Telmo, construido en 1552 por los caballeros para proteger la bocana del muelle.

Regresamos por la Triq-Il-Merchanti, la otra gran artería, también repleta de cafés y de palacios vetustos, a pocos metros se encontraba The Pub, el bar donde el actor inglés Oliver Reed murió de un infarto después de tres botellas de ron jamaicano, ocho de cerveza y varios whiskies dobles, durante el rodaje de Gladiator. Nos desviamos hacia la Puerta Victoria, en honor a la Reina Victoria y curioseamos por este barrio que termina en el Gran Puerto con iglesia Ntra Sra de Liesse, de 1740 y La Batería de Lascaris, construida por los ingleses en 1854.  Cerca se encuentra la Valletta Waterfront, formado por los almacenes construidos por Manuel Pinto da Fonseca, que se extienden a lo largo de la orilla del agua y el muro del Muelle  donde solían descargar sus mercancías los Caballeros de San Juan y los mercaderes europeos.

Tomamos el ascensor (1€/pp) que  desemboca en los Upper Barrakka Gardens, unos bonitos jardines aunque lo mejor son las vistas sobre el Gran Puerto de La Valleta, donde predominan los grandes cruceros y las llamadas Tres Ciudades (Senglea, Vittoriosa y Cospicua). Desde esta atalaya se aprecia la fortificación de la isla y parece todavía reverberar el rumor mezclado del entrechocar de las espadas de tantos asedios con los bombardeos en la II GM. En una terraza inferior, una hilera de cañones denominados «Batería de las Salvas», recuerda con un cañonazo el homenaje a las personas que durante 500 años defendieron el Gran Puerto de los asaltos navales.

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Una de las imágenes panorámicas más impactantes de Malta, es cuando el sol del atardecer baña la piedra ocre de las fortificaciones y edificios emblemáticos contrapuesto al azul intenso del Mar Mediterráneo, que golpea incesantemente sus murallas. Ese instante quedará para siempre grabado en nuestras mentes, cómo muchos otros, dándonos ese bagaje de viajeros.