Muchos de los viajes que realizamos surgen de los recuerdos o de los sueños que en la infancia y juventud tuvimos, provocados por los libros de aventuras, los maravillosos paisajes descritos, las ciudades misteriosas, los lugares recónditos, inalcanzables, que vuelven una y otra vez a nuestra mente y que ahora deseas que se hagan realidad. Para mí, así era Sri Lanka, la mítica Ceilán, la que los navegantes musulmanes llamaban Serendib y otros la lágrima de la India, la que visitó Marco Polo, Ibn Battuta y otros grandes viajeros. La que en mis sueños olía a especias; cardamomo, clavo, pimienta, canela y sus olores impregnan el aire mientras caminaba entre plantaciones de té y budas gigantes, admirando espectaculares paisaje de frondosa vegetación y rica fauna. Ver como las olas del Océano Índico mueren en sus playas infinitas, desiertas, de arena dorada donde nacen cientos de palmeras. Cuando los últimos rayos de sol caen sobre pescadores encaramados en estrechos palos, en medio del mar, en un equilibrio inestable, en un extraño baile con el mar para extraer el sustento de su familia. Al final te queda la calidez de sus habitantes, esas miradas profundas, esos ojos de inocencia en los niños, sus rostros.
Pero siempre la realidad es superior a los sueños. Situada al sureste del subcontinente asiático, en creciente desarrollo turístico con un impresionante legado arquitectónico debido a las sucesivas colonizaciones que sufrió entre los s. XVI-XVIII por portugueses, holandeses e ingleses y la influencia del budismo e hinduismo en sus tradiciones y monumentos, hace que realizar un itinerario sea muy complicado para no dejarnos nada en el tintero. Después de muchas consultas en las páginas de los blogeros más activos (que nadie se ofenda por no citarlos) decidimos dividir el viaje de 17 días en tres etapas; el llamado triángulo cultural, las tierras altas y las zonas costeras. Para ello, contactamos con varios conductores referenciados en diferentes páginas web. Nos decidimos por Mahinda, aunque finalmente fue su hermano, Sudhes el que nos acompañó todo el viaje. Nos recibieron con guirnaldas de flores de frangipani.
Volamos con Norwegian de Tenerife Norte a Madrid (2:30h) donde pernoctamos en el hotel, al día siguiente volamos con Emirates airlines a Sri Lanka, con escala (3h) en Dubai (7 h). Tuvimos la suerte de que nos ofrecieran viajar en 1ºclase de Dubai a Colombo (4h) sin coste alguno. Para entrar en Sri Lanka es necesario un visado que se puede obtener al llegar al Aeropuerto Internacional de Colombo, pero si lo solicitas por internet te sale 5$ más barato, es un visado electrónico (ETA) y en 24h te lo confirman por e-mail y lo presentas al llegar. La moneda oficial de Sri Lanka es la rupia de Sri Lanka (LKR) y el cambio fue 1 €2017= 180,7 LKR. Aunque la moneda preferida es el dólar e incluso intentan cobrarte en esa moneda. Solo cogimos el primer hotel en Anuradhapura, los demás los fuimos reservando con Booking (filtro: <50€, >8,5-9, desayuno, wifi, AC, parking), aunque el chófer intentaba sugerirnos alojamiento, ya que en esos lo dejan dormir gratis.
Ceilán adquirió su independencia en 1948 y en 1972, cambió su nombre por el de Sri Lanka. La mayoría de la población, unos 19 millones, es cingalesa (83 %) un grupo étnico de origen indoeuropeo, conocido como “gente león” y que habla el cingalés, un idioma indo-ario. Le sigue en importancia los tamiles (8,9 %) grupo étnico nativo del estado de Tamil Nadu, en la India, hablan la lengua tamil y por último los árabes (7,7 %). No hay que olvidar que hasta 2009 no se puso fin al conflicto generado por la organización los Tigres Tamiles de crear un estado tamil independiente al noroeste de la isla, una guerra civil que duró 26 años (1983–2009). La división religiosa está constituida por budistas (69 %), principalmente el de la escuela de Theravada, hinduistas (16 %) de la escuela de Shaivite por inmigrantes o frecuentes invasores del sur de la India, musulmanes (7,6 %) traído por comerciantes árabes y cristianos (7,5 %) introducido por los colonos europeos.
Comenzamos nuestro itinerario (tripline) por el llamado Triángulo Cultural, situado en la región central del norte del país, que engloba a los monumentos y ciudades milenarias que se encuentran muy próximas entre sí dentro de un triángulo, los principales puntos de interés son Anuradhapura, Mihintale, el Buda de Aukana, Dambulla, Sigiriya, Polonnaruwa y Kandy.
Nuestro primer contacto con Sri Lanka fue en Anuradhapura, la capital más antigua del país, fue un reino durante 13 siglos, se construyeron las estupas o dagovas mal altas del mundo y descubrimos el árbol viviente más viejo del mundo descendiente del mismísimo Bodhi; continuamos hacia Mihintale y ascendimos al lugar donde el budismo puso el primer pie. Conocimos al Buda Aukana, nacido de la rivalidad entre un maestro y su aprendiz. Contemplamos el Templo del Buda de Oro y ascendimos a las cuevas de Dambulla; 5 cuevas en las que se expresa lo mejor del arte pictórico y escultórico budista con cientos de estatuas de buda. Continuamos hacia el distrito de Matale y allí nos recibió el rey Kasyapa en su magnífico palacio de la Roca en Segiriya, ascendimos pegados a la pared vertical, suspendidos en ocasiones, deleitados por la voluptuosidad de las apsaras que nos llevaron hasta la entrada de la Boca del León y atravesando sus garras llegamos a la cima donde tuvimos una de las vistas más grandiosas de todo el viaje.
Continuamos hacia la segunda capital del Reino de Ceilán, entre los siglos VI y XIII, Polonnaruwa o la ciudad de los rostros serenos, gracias a las esculturas de los Budas de Gal Vihara, su Buda acostado de unos 15 m de largo está considerado la escultura más perfecta y misteriosa del país. Visitamos el Templo de Nalanda Gedige, construido de un solo bloque de piedra y del que solo queda alguna talla erótica pero muy erosionadas, al estilo de Khajuraho en la India. Una visita a un jardín de especias donde nos dieron un relajante masaje ayurvedico y dónde compramos un par de potingues. Recalamos en el Templo de Aluvihāra, donde se custodian los restos del Pali Canon, los textos budistas más antiguos conocidos, recogidos en hojas de palma por tradición oral.
Finalmente entramos en Kandy, encajada entre montañas y con fuerte sabor colonial, nos esperaba el Templo del Diente de Buda, el lugar más sagrado para los cingaleses y disfrutamos de la Esala Perahera, el mayor festival religioso de tradición cingalesa que se pierde en los anales de la historia, una colorida, animada y ruidosa procesión budista constituidas por cientos elefantes, ricamente vestidos e iluminados por cientos de luces de colores, come-fuegos, danzarines y música, que dura una semana. En los alrededores Kandy disfrutamos de algunos templos como el Gadaladeniya Rajamaha, en cuyo interior se encuentra una hermosa estatua de Buda sentado, enmarcada por un Makara Torana o arco del Dragón y rodeado por numerosas imágenes de deidades como Brahma,etc. Otro magnífico templo es el de Embekka que destaca por ser un magnífico ejemplo de la arquitectura en madera con espléndidas tallas de bailarines, cisnes, plantas trepadoras, soldados a caballo, etc, se suceden de unos pilares a otros.
La siguiente etapa la dedicamos a recorrer las Tierras Altas, pequeños pueblos perdidos en las montañas, valles preñados de arrozales, viajes en trenes de otra época, rutas a pie, caudalosas cascadas o paseos por los campos de té y las omnipresentes recolectoras de té con sus llamativos saris de colores. Este itinerario comenzó en Kandy que es la puerta de entrada a las tierras altas visitando Nuwara Eliya, Haputale y Ella.
La carretera serpenteaba y se retorcía en torno a las montañas cubiertas por campos de té que se perdían en la lejanía, cruzamos el salto de agua más alto del país, la cascada de Ramboda, la temperatura bajaba y la sensación de frescor se hacía evidente, finalmente llegamos a Nuwara Eliya, conocida también como la «Suiza de oriente», la «pequeña Inglaterra», por sus edificios coloniales y sus cottages, pero sin lugar a dudas son sus fábricas de té la que le ha dado más fama, Mackwoods, Blue Fields, Pedro Estate, etc. Cambiamos el coche por el tren para realizar el trayecto hasta Haputale, que mejor forma de contemplar el paisaje, que acunados por el traqueteo del tren, impresionados por la extensión de las terrazas de los campos de té, de los bosques de eucaliptos, de las pequeños aldeas. En Haputale visitamos el lugar donde Sir Thomas Lipton, se sentaba a contemplar sus plantación, Lipton Seat, una colina a 1970 m de altitud con unas vistas fascinantes.
Las recolectoras de té se han convertido en personajes míticos del paisaje. Tuvimos la suerte de verlas trabajar, de origen tamil, son las encargadas de seleccionar, cortar y cargar las hojas y brotes más tiernos desde los campos hasta la zona de pesaje. Son las verdaderas artífices de que el té de Sri Lanka esté considerado como una de los más sabrosos y aromáticos del Mundo. Siempre con una sonrisa en la boca, con sus saris de colores y el bindi bien colocado, asociado al Anja Chakra, al segundo chakra o tercer ojo.
Por último llegamos a Ella, un encantador pueblecito encajado entre montañas donde deberíamos a ver realizado un trekking a Ella Rock o el Little Adam’s Peak, pero se nos apagaron las luces de la inteligencia y no conseguimos dar con las rutas. Lo que si vimos fueron las cascadas de Ravana. En dirección al Sur para alcanzar la ciudad de Tissa disfrutamos de los templos
En esta penúltima etapa incluyo la visita a los parque nacionales de Minneriya y Yala, así como la estancia en las las playas del Noreste: Kalkudah, Uppuveli y Nilaveli y la ciudad de Trincomalee, así como las playas del Sur: Goyambokka, Mirissa, Hikkaduwa, la ciudad de Galle y continuamos hacia Hikkaduwa, Unawatuna, Bentota.
El primer parque nacional que visitamos fue el de Minneriya, aquí se encuentra una de las mayores poblaciones de elefantes de Sri Lanka y pudimos observar de muy cerca a las familias de estos paquidermos, pasear, pastar e incluso bañarse en las praderas que rodean los lagos desde un todoterreno 4×4.
El siguiente fue el Parque Nacional de Yala, cuenta con una de las mayores densidades de leopardos del mundo, aunque a nosotros se nos hizo esquivo, pero pudimos ver elefantes, ciervos, monos, cocodrilos, búfalos, jabalíes, pavos reales, etc…además, de una infinidad de aves y pájaros. Fue sin duda una de las mejores experiencias y más sorprendentes del viaje.
Las playas del noroeste tomando como referencia la ciudad de Trincomalee, con su templo hinduista, Koneswaran en lo alto del promontorio con vistas a la bahía y a la fortaleza del s. XVII, Fort Frederick, son el contrapunto ideal para el relax en las playas de Nilaveli o Uppaveli, kilómetros de arenas blancas y mar turquesa, solitarias, limitadas por un muro de palmeras y una vegetación que parece querer bañarse en las tibias aguas del Índico. Más al sur encontramos otra playa de ensueño, solitaria pero igualmente bella, Kalkudah se extiende a lo largo de una bahía.
Toda la costa sur de Sri Lanka es una sucesión de increíbles playas, decidimos solo visitarlas y bañarnos en algunas ya que nuestro destino final iba a ser Maldivas. Las playas de Rekawa, Tangalle, Tangalla, Kudawella, Hiriketiya, Dickwella, Welligama o Unawatuna son de arena fina, dorada, tomadas por los cocoteros con pocos chiringuitos y menos hoteles. Nos timaron (250 RKP) en una atracción para nativos del lugar, el Blow Hole, lo que nosotros llamamos un bufadero u orificio por donde la fuerza del mar hace ascender un chorro de agua, jajajaja, los locales daban fuertes voces como implorando al mar para que empujara la ola y luego estallaban en risas y aplausos, alucinante, para ellos era prácticamente gratis (20 RKP).
La carretera parece no querer separarse del océano hasta llegar a Galle, el mejor ejemplo de ciudad fortificada del sudeste de asiático. Construida por los portugueses y disputada por holandeses e ingleses, más tarde. Pasear por sus murallas, callejear disfrutando de los bellos edificios coloniales o saborear sus monumentos más emblemáticos; el Faro, la Mezquita, la iglesia reformada holandesa, etc. Continuamos costeando para encontrarnos con una de las imágenes más icónicas de Sri Lanka, sus famosos pescadores zancudos, sentados sobre un poste de unos 4 metros clavado en el mar esperan pacientemente, con su caña, a poder pescar. Aun siguen quedando algunos de estos pescadores tradicionales pero muchos se han convertido en una atracción más, pidiendo dinero a los turistas a cambio de poder grabarles. Con tristeza encaramos las últimas playas que visitamos Hikkaduwa y Bentota son mucho más turísticas ya que fueron las primeras en desarrollarse y están más cerca de la capital, Colombo, su frente de playa esta copado por mayor número de edificaciones hoteleras.
Ya los últimos rayos de sol caen sobre la carretera que nos lleva a Colombo, en el cielo se dibujaban cientos de cometas que parecen bailar al son de la música del coche, al día siguiente pondríamos rumbo a Maldivas. Qué rápido han pasado estos días, un crisol de imágenes se nos agolpan en la mente, pero un nuevo viaje nos espera y esa ilusión es la que nos motiva para seguir adelante.
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